"Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito..."
H.P. Lovecraft
El frío en el atico se tornó insoportable cuando leyó el último cántico.
Los cirios que marcaban los limites de las sombras titilaron y un fétido aroma impregnó la habitación.
Entoces supo que su llamada había sido escuchada.
La oscuridad en la habitación se tornó cada vez mas densa hasta convertirse en un sepulcral vacio estelar.
Leyó
con dificultad la última linea del conjuro de protección, cuando un
gélido viento apagó la luz de las velas dejándolo ahogado en un mar de
tinieblas.
Sintió como las sombras le arrastraban
hacía los confines del universo, donde la luz de
millones de estrellas muertas se pudre y cae hacia el abismo mas allá
del espacio y del tiempo .
Un nauseabundo resplandor
le mostró la frontera final del cosmos y sintió con horror como era
empujado hacía la negra cloaca, donde un gusano estelar engullía las
sombras que caían en sus fauces.
Atravezó las entrañas
de aquel grotesco engendro sideral escuchando aterrado la gutural
carcajada que producía aquella grotesca larva mientras devoraba ríos de hedionda podredumbre celestial.
En medio de aquel abismo creyó ver un tenue resplandor que se acercaba a gran velocidad.
Amparado por aquel repentino fulgor vió aterrado como nueve serpientes oscuras se lanzaban sobre aquel pequeño destello.
Finalmente pudo ver con claridad, y reconoció en aquella luz al último cirio encendido en el ático.
Frenético,
buscó en el libro el conjuro de despedida, y mientras lo recitaba no
notó como una de las nueve serpientes se lanzaba sobre la luz del cirio,
dejándolo atrapado, sumido en la mas espantosa oscuridad.
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