En el umbral del sepulcro
la celestial voz llama
Profundo en la fosa
el lúgubre sudario se desgarra
El gusano despavorido
su manjar inquieto deja
Agonizante, la carne muerta despierta
Las angustiadas moscas
su intranquila oda declaman
Profundo en la fosa
el grotesco portento se levanta
Las cucarachas espeluznadas
su pútrido néctar abandonan
Adolorida, la carroña se apresta
cuando la voz de Cristo comanda:
"¡Lázaro, Lázaro, levántate y anda!"
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